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La selva que me encontré a mi vuelta |
Una vez más el trabajo me ha obligado a ausentarme un mes entero y esta vez
fue casi sin avisar. De un día para otro tuve que marchar camino a
Barcelona,
dejando todo lo que tenía a merced del tiempo.
Las gallinas estuvieron bien
cuidadas, pero el huerto ha sucumbido frente a las ortigas que vieron en este
pequeño descanso una oportunidad.
Los guisantes que tan feliz plantaba en el mes anterior ni se dignaron por
aparecer, cierto es que ya me pasó esto mismo la temporada pasada en la que también,
por motivos de trabajo, tuve que dejarlos a su suerte. Un buen motivo puede ser
las semillas que tengo, que ya cuentan con tres o cuatro temporadas. De vez en
cuando toca renovarse y me parece que los guisantes me lo piden a gritos. En
cuanto pueda me pasaré por la tienda agrícola para intentar renovar estos
preciados productos, eso sí, temeroso de que ya sea demasiado tarde. Quizás sea
mejor optar por judías, más apropiadas para temporadas más cálidas.
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¡Por fin salen las habas! |
Una grata sorpresa han sido las habas, que tras unos cuantos meses dando
flor por fin consiguen cuajar y producir ese preciado alimento. Hasta ahora era
parte de un experimento y aún sigue siéndolo. El frío lo resistieron bastante
bien, salvo los días de fuertes heladas que se plegaron un poco. Pero pese a
que daban flor no llegaban a producir habas. No sé si fue por los días de sol
que hubo unas semanas atrás, pero ahora sí lo han conseguido. Eso me hace
pensar en que quizás un posible responsable sean las abejas, que con tanta
lluvia no se han dignado en aparecer hasta ahora. Por lo de pronto ahora esta
lloviendo, pero las temperaturas son más moderadas. Si la flor sigue cuajando
me hará pensar más en la teoría de las abejas, sino, la responsable, casi con
toda probabilidad, era la lluvia. Un factor en contra es que después de tanto
tiempo las plantas empiezan a agotarse. Quizás sea buena idea hacer otra
plantación.
El resto de cosas están a medio camino entre lo bueno y lo malo. Los puerros
están fantásticos, las fresas escondidas entre tanta ortiga y los planteles,
que tanto procuré cuidar, prácticamente muertos. Es la eterna pelea con la
naturaleza, en la que los descuidos pasan factura.
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